Estamos sometidos, como si de una religión se tratara, al tener esperanzas día a día.
Esperanzas que hacen, que nuestras decepciones y caídas, sean mucho más dolorosas, ¿pero que sería de nosotros, de nuestras vidas, si no estuviéramos sometidos a las esperanzas?
No lo sé la verdad, pero creo que sería un estado de inmunidad a los sentimientos, nos volveríamos fríos, como máquinas, sin sentir, sin extrañar, sin añorar, sin querer...
Es un sometimiento al que estamos acostumbrados, porque como se suele decir, la esperanza, es lo último que se pierde.
Y por muchas decepciones y caídas, nunca perderé la esperanza, de que el destino, junte, lo que un día separó.
Y ya se que un día prometí no hacer más esto, pero como dije, uno ya no sabe que le deparará la vida.
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